En una bochornosa gresca generalizada finalizó el superclásico argentino. No es una excepción lo que ocurrió; hay numerosas situaciones de enfrentamientos entre los jugadores y discusiones y protestas con los árbitros, que ensombrecen el espectáculo y lo minimizan comparándolo con el fútbol de elite mundial. Pero lo sucedido ayer, por su dimensión ( participaron jugadores no convocados y extraños al juego) y por la importancia y convocatoria popular del partido, adquiere ribetes escandalosos.
El disparador de la rencilla tumultuosa fue el festejo direccionado hacia los jugadores de Boca por Agustín Palavecino , luego de la conversión del penal para River por Miguel Borja.
Los jugadores profesionales , por su experiencia, el lugar privilegiado que ocupan y por ser admirados y a su vez ejemplo para niños y jovenes, deben ser modelo de conducta. El festejo es lógico y puede ser efusivo, pero debe tener límites. Nunca ser provocativo y dirigido al rival de ocasión.
Fijada la posición de inicio , lo insólito e inexplicable, es la reacción de hinchas , pero sobre todo de muchos periodistas profesionales, ante el escándalo de la trifulca.
Cuti Romero festejó la conversión del último penal en la final del campeonato mundial en la cara de Mbape. Lionel Messi finalizado el match contra Holanda y brindando un reportaje televisivo, se dirigió al jugador neerlandes Weghorst con la famosa frase “¿Que mirás bobo , que mirás? Andá p´allá bobo, andá pállá”.
En ambas ocasiones el fervor popular lo festejó y replicó con asiduidad y entusiasmo.
Lo sorprendente fue la respuesta y la actitud de numerosos profesionales periodistas. Ninguna crítica a ambas actitudes e incluso algunos validando con sonrisas y satisfacción la conducta indebida de Romero y Messi.
Actitud típicamente argenta. Somos permisivos y vivos cuando nos conviene. Doble vara, criticable cuando es por parte de los ciudadanos, pero inadmisible y absolutamente reprochable en periodistas profesionales. Vamos argentos, carajo.