La situación exige un indispensable accionar responsable, inteligente, prudente más que emotivo, convocante, que entusiasme y genere esperanza.
El disparador de un ambiente enrarecido, cruzado de lo que se denomina en política” carpetazos” y operaciones periodísticas, con agresividad inusitada e inhabitual, fue la salida de Omar De Marchi del frente Cambia Mendoza y la conformación de La Unión Mendocina. Sorpresivo e inesperado.
El ingrediente que aumentó la efervescencia, hasta llevar el ambiente electoral al indeseable actual, fue el imprevisto salto del intendente de Las Heras, Daniel Orozco, hacia la candidatura a vicegobernador por la Unión Mendocina.
Obviamente fue un hecho conmocionante, no podía no serlo. Escasos días anteriores, la máxima dirigencia de la UCR lo había elogiado en la presentación de un libro de su autoría; autoelogioso de su gestión como jefe comunal. Traidor y tránsfuga fueron las palabras más escuchadas, luego del salto de Orozco.
Agregó tensión y enojo, el resultado electoral de las elecciones Paso. No parecería correr riesgo la vuelta a la gobernación de Alfredo Cornejo, pero el segundo lugar obtenido por la Unión Mendocina, presagia posibilidad de polarización. La gota que rebasó el vaso.
Con rapidez inusitada y en un marco y con medidas no habituales en Mendoza, quien había sido” el mejor intendente de todo el tiempo democrático en el municipio lasherino”, pasó a ser aparte de traidor, un gestor inútil, ineficaz e ineficiente, corporativo y benefactor de su círculo íntimo y de dirigentes cercanos y esencialmente un corrupto.
Todo acompañado con denuncias penales, en las que el Ministerio Público actuó con una velocidad no habitual y obviamente muy alejada a la que aplica ante las denuncias que tocan al oficialismo. El paso simultáneo fue la difusión pública, con datos provistos con exclusividad por instrumentos periodísticos perfectamente elegidos. Ambiente pesado.
Atención: toda conducta de cualquier funcionario público, esta escrutada por la opinión pública y por todo órgano de la Justicia y también por cualquier funcionario público; incluso para ellos es obligación denunciar cualquier irregularidad o presunción de delito. Es lo deseable, necesario, obligatorio y conveniente y en toda instancia. Esto no admite dudas.
Lo que es extraño e inhabitual en los procesos electorales democráticos mendocinos, es el método empleado, virulento y asimilable a lo peor de los regímenes feudales y esto eleva a una tensión inhabitual el clima político próximo a la elección para nuevo gobernador.¿ Conocieron o se enteraron hoy, lo que elogiaban o desconocían ayer? Poco creíble.
El mejor camino es la denuncia pública general, no selectiva e instrumentada y la presentación judicial pertinente para que la Justicia realice su labor con independencia y libertad.
La discusión política fuerte, con énfasis y amplia, contradictoria y con límites sólo éticos y legales es también bienvenida y necesaria.
Lo excesivo es recurrir a las operaciones con carpetazos agregados, propias de regímenes clientelares, autoritarios, sucios, distintos a los de Mendoza, habituados a la discusión a todo nivel, sin bajezas ni miserias.
Aparte, por la situación general de la provincia y el país, quienes se postulan y los funcionarios y partidos políticos deben presentar frente a la sociedad sus mejores ideas, planes y proyectos de solución para enfrentar semejante crisis.
Que denuncien como corresponde todo lo que consideren necesario e incluso a lo que están obligados.
El énfasis debe estar en señalar el mejor camino para mejorar la situación general de la provincia. Este seria el rumbo más apropiado.
De parte de los ciudadanos también existe un deber, que surge de un derecho previo y superior.
La abstención y la nulidad intencionada del voto fue muy elevada en la última cita electoral.
Cada ciudadano delega su cuota de poder en quien considera mejor lo va a representar. Es delegación de poder popular. Éste reside en el pueblo, en cada mendocino. Resignarlo, no concurriendo a votar, hacerlo en blanco o anularlo intencionadamente es erróneo y poco democrático.
Se entienden la frustración, la pérdida de calidad de vida, la persistencia de la crisis y la consecuente caída, un futuro incierto, la inseguridad en aumento. Todo esto y más, es cierto y concreto, y doloroso.
Estos pesares no deben amedrentarnos, deprimirnos, enfadarnos y llevarnos a la apatía o el desgano electoral. El rumbo correcto es ejercer el poder ciudadano y votar con convicción. Es la tarea ciudadana. Concurrencia masiva asegura legitimidad representativa en el poder delegado.
Dirigencia y pueblo por derecho, necesidad y obligación y en simultáneo, debemos enderezar el camino democrático electoral. Es lo correcto y necesario.