La irrupción en la política de EEUU por Donald Trump fue un revulsivo que conmovió los mismos cimientos de la democracia estaoudinense. Su locuacidad agresiva y varios destratos hacia sus adversarios políticos concluyeron en la instalación de una grieta, no habitual en el país del Norte y que persiste y se profundizó.
Su paso por la presidencia no fue inocuo. Alternó, como la mayoría, buenas y malas decisiones, pero al intentar su reelección, no fue favorecido por la voluntad popular. Inaceptable para su perfil populista autoritario.
Con anterioridad a la contienda electoral, y con encuestas confiables que le advertían la posibilidad de una derrota, comenzó a pronosticar posible fraude electoral. Tampoco habitual en el país americano.
Durante el conteo de votos, y en numerosos estados en que le resultaron desfavorables los resultados, insistió con denuncias verbales públicas y judiciales de fraude masivo. Todas fueron desestimadas por los órganos judiciales correspondientes. La opinión pública bautizó las denuncias como “ la gran mentira”.
Sólo le quedó persistir con verba inflamada, sin base sustentable y dirigida principalmente a sus adherentes fanáticos, para mantenerlos enfervorizados y particularmente activos y agresivos.
No quería admitir el veredicto de las urnas y dejar el poder. Autoritario.
El 6 de enero de 2021 se produjo un hecho insólito con el asalto trumpista al Capitolio. La Casa del pueblo americano fue atacada por hordas fanáticas que pretendían que Trump permaneciera en el poder. Inédito.
Congresistas, funcionarios y empleados del Capitolio, debieron ser evacuados con urgencia y por lugares no habituales. Incluso corrió peligro la vida de Nancy Pelosi, líder demócrata presidenta de la Cámara de Representantes y el vice presidente Mike Pence fue blanco de la ira de Trump al convalidar el resultado electoral, presidiendo la reunión del Senado que certificó el resultado electoral.
En un hito histórico para EEUU, Donald Trump fue formalmente acusado por el fiscal especial del Departamento de Justicia, Jack Smith, por su campaña contra la legitimidad de los comicios y el asalto al Capitolio. Uno de los más graves ataques en la historia moderna contra la democracia de Estados Unidos.
La dura imputación de los fiscales federales designados y firmado por el fiscal especial Jack Smith, acusa a Trump de conspirar para defraudar a los Estados Unidos, conspirar para obstruir la certificación de los resultados en el Congreso- interrumpida por el asalto de la turba trumpista-, obstruir e intentar obstruir esa certificación y conspirar contra los derechos de los votantes.
De ser hallado culpable por todos los cargos, Trump podría ser susceptible de una pena de hasta 55 años de carcel.
Los términos del escrito de 45 páginas de los fiscales son de extrema dureza y ésta acusación es diferente a las otras que sobrelleva Trump. La permanente alusión a fraude y el asalto al Congreso son de los eventos más graves y traumáticos para la democracia de Estados Unidos.
Ya han sido procesados y condenados varios de los actores del ataque, que dejó cinco muertos y cientos de heridos.
Pese a las evidencias en contra,Trump sigue insistiendo en su teoría del fraude, aunque ahora está imputado. No obstante ello es el favorito republicano para las próximas elecciones. Raro de entender.
Pese a este aparente sin sentido, las instituciones del país americano han emanado vientos frescos y límpidos de solidez democrática. Donald Trump ex presidente democrático fue acusado de atentar contra la salud de la Democracia. Bienvenida la reacción republicana y a aguardar el veredicto de la Justicia. Reglas claras de la Democracia representativa republicana. Está vigente y con buena salud.