Tiempos turbulentos y de fuerte demanda popular a la falta de representación por la política tradicional. La manifestación del reclamo y del rechazo se extendió por toda América. Ahí están Boric en Chile, Petro en Colombia, Arce en Bolivia, la salida anticipada de Lasso en Ecuador, lo efímero de Castillo en Perú, la vuelta de Lula en Brasil, la sonora irrupción de Milei en Argentina.
También hay resabios en Europa; Podemos y los ultras de Vox en España, Marine Le Pen en Francia, Giorgia Meloni en Italia, Viktor Orban en Hungría, las ultra derechas en la mismísima Alemania, Finlandia, Austria, Suiza.
Proliferación del descontento e interpelación concreta y demandante a las elites políticas tradicionales.
Lo que a la política tradicional le demanda décadas en consolidarse, los nuevos referentes lo consiguen en escaso tiempo. Trump saltó de la actividad privada a la presidencia del país más poderoso del mundo en tres años. Bukele en un año. Milei triunfó en una elección Paso presidencial con dos años de actividad pública, sin estructura ni aparato. Avizora con expectativas ciertas la presidencia. A Mauricio Macri le llevó más de 12 años llegar a ser presidente.
Boric en Chile surgió presidente de las duras protestas sociales por más de un año. Petro ex guerrillero alcanzó el poder de una convulsionada Colombia, sin importar su historial de violencia armada. Bukele es el prototipo de mano dura, muy dura, en su lucha contra las pandillas. No importan los excesos,abusos ni el intento de poder autoritario eterno; los salvadoreños valoran vivir sin estar dominados por las mafias criminales.
Todos nacen y alcanzan el poder apoyados por vastos sectores del pueblo, frustrados durante largos años, por la incapacidad de la dirigencia tradicional de entender y convertir sus demandas sociales en políticas públicas. Estado inútil durante largo tiempo.
Así nacieron organizaciones de la “antipolítica” simplemente” outsiders”, o” extremistas de ultraderecha”, fruto del hartazgo social y la desigualdad y frustración permanente.
Atento a la urgencia y perentoriedad de las demandas,la respuesta debe ser de eficacia y eficiencia inmediatas.
La realidad es tan exigente, que si los demandantes no se consideran satisfechos, la caída es abrupta e inesperada. Gabriel Boric en Chile naufragó en su intento emblema de reforma constitucional y hoy está en un proceso de una nueva Constitución, dominado ideológicamente por sucesores afines al ex dictador Augusto Pinochet. Se vislumbra poco cambio.
Pedro Castillo está encarcelado en Perú y las revueltas populares iniciales, prácticamente cesaron. Arce en Bolivia se enfrenta a un ataque fuerte de Evo Morales y el “éxito económico proclamado” se ve asediado por la desconfianza popular que vacía los dólares de los bancos.
Lula ha visto caer los índices de popularidad y confianza a una velocidad inusitada. Petro, en menos de un año, tambalea y le agrega inestabilidad e incertidumbre la propia conducta y afirmaciones de su hijo, en prisión-
Las demandas y el descontento popular no conocen de ideologías. Cansados y frustrados, los ciudadanos exigen soluciones rápidas y efectivas.
Un sector de la política tradicional, asustado y prácticamente inerme, califica a los nuevos emergentes como el fascismo o el arribo del anarquismo al poder. Suena exagerado.
Su propia impericia, el no conectar las necesidades y demandas de la sociedad han sido factores claves de la llegada al poder de outsiders, representantes de la antipolítica e incluso de ultras indeseados.
Salvo los extremistas apartados de la ley y aquellos que no respeten los derechos humanos, los nuevos emergentes arribados al poder por la voluntad popular tienen legalidad. La legitimidad la deben conseguir con velocidad inusitada por demás exigente y dentro de la ley.
Caso contrario serán negados sin miramientos. El rechazo popular, mayormente desideologizado, demanda sin espera ni contemplaciones. Tiempos nuevos y diferentes.¿Serán mejores? Sin respuesta certera aún. Las crisis permanecen. Todo en duda.