En el estado en que se encuentra la Argentina, numerosos ciudadanos, más que preguntarse se interpelan ¿Cómo es posible haber llegado a esta situación?
Con las condiciones y recursos naturales conque fue agraciado el país, con la laboriosidad y empuje que propios e inmigrantes pusieron al servicio colectivo, con el nivel intelectual y educativo que le dieron luz propia y brillante a un pueblo trabajador, emprendedor y culto en su mayoría, como descendimos al nivel actual.
Más de 40 % de pobres y promediando un 10% de indigentes, una economía estancada hace 10 años, con numerosos niños que no saben leer ni escribir y jóvenes que no comprenden lo que leen. En paralelo la educación está intervenida de hecho por gremialistas y maestros y educadores militantes, que adoctrinan y desprecian el esfuerzo y el mérito de los educandos.
Conviviendo con un proceso inflacionario elevado y en aumento por un período prolongado de tiempo y una economía bloqueada por cepos e intervencionismo estatal asfixiantes, y con más ciudadanos sobreviviendo con planes sociales, que resultan un mendugro y los vuelven dependientes del dirigente social, público o privado, que los manipula. Se ha pulverizado una clase media pujante, creativa, instruida y emprendedora que permitía legítimo ascenso social e insuflaba ánimo y confianza en crecer a millones de argentinos.
En medio de una inseguridad reinante, que en algunos lugares convierte la vida en un suplicio diario para preservar lo poco que se tiene y hasta la propia vida. Barrios populosos donde no hay cloacas, pavimento ni servicio correcto de iluminación pública y donde las fuerzas policiales brillan por su ausencia y se llegó al extremo de haber cedido el control a las bandas mafiosas del narco dominante.
Si duele la cabeza o aparece fiebre hay que recurrir a la aspirina, si continúa o se agrava el cuadro, estás en manos de la buena fortuna o de la posibilidad de trasladarse a los contados sitios donde se encuentra asistencia correcta a la salud.
Lo expuesto se asemeja a un cuento de realismo mágico, pero no lo es. Es una descripción de algunos aspectos reales y tristes del estado en que se encuentra el país actualmente.
Frente a este deprimente estado de situación, es incomprensible que 11.000.000 de compatriotas no concurrieran a votar. Abulia, enojo,depresión colectiva, desesperanza por la frustración continua, desprecio concreto a los que se postulan para dirigir los asuntos públicos. Tarea de sociólogos y cientistas políticos descifrar las causas.
Al margen de lo que se extraiga de un análisis profesional de la resignación a ejercer el poder popular de millones de ciudadanos, su ausencia en el cuarto oscuro agrava los problemas. Hay que hacer lo imposible para que la inmensa cantidad de escépticos reflexionen y convencidos concurran a expresar su voluntad sufragando.
Hay una responsabilidad cierta en los argentinos en haber llegado al nivel actual. Se suma al descrédito de la dirigencia política ajena al interés general. Son los argentinos quienes eligen a sus dirigentes o quienes no sufragan.
Hay una posibilidad cierta y concreta de enderezar el rumbo perdido hace tantos años y encaminar la reconstrucción hacia un país que provea vida digna y recompense el trabajo y esfuerzo diario.
La Argentina tiene todos los climas y en ningún caso extremo. Los recursos naturales abundan. Agricultura, ganadería, minería, recursos ictícolas, citrícolas, petrolíferos, energéticos, turísticos y muchos más cubren el territorio nacional.
Una sociedad sin conflictos de raza o creencias ni discriminación por nacionalidad ni que atravesó por conflictos bélicos no pude atravesar la situación actual.
Con inteligencia, racionalidad, ejerciendo el poder soberano, férrea voluntad y sentido común se debe enderezar el rumbo. Es factible y está en manos propias de los argentinos. No hay un sino fatal.
Todo lo contrario. Hay que valorar el mérito, el espíritu emprendedor. Darle justicia en la remuneración al trabajo y promover la dignidad del esfuerzo diario. Premiar la capacidad en los estudios y educar para la libertad, junto a la promoción de los valores y la conducta apegada a la ley. Despreciar y combatir la corrupción pública y privada.
Es posible. El tiempo es ahora, sin demora ni titubeos. El daño ha sido inmenso. Hay que repararlo y es tarea propia. Manos a la obra. Hay futuro mejor y esperanza cierta. Está en manos de los argentinos.