El boom exitoso comenzó durante el verano de 2020 en plena pandemia. Dos factores claves fueron determinantes:
1) La política de apertura del gobernador Ron DeSantis: mientras las ciudades grandes del Norte , como New York y Chicago y también las del oeste,Los Angeles y San Francisco entre ellas, aplicaban estrictas normas de confinamiento a sus ciudadanos, el gobernador republicano de la Florida, aplicó una política de flexibilidad.
Cientos de miles de ciudadanos americanos encontraron en Miami un resuello y alivio a meses sin poder desplazarse de sus domicilios. Niños y ancianos sufrían mayormente el peso del inmovilismo y la estrictez ambulatoria.
Acompañaron a la libertad ambulatoria, la tradicional bondad de las extensas y variadas playas del sur de la Florida, su diversos y variados espacios de vida nocturna y el precio razonable de servicios, restaurantes y atracciones.
2) El nivel impositivo del Estado de Florida: al contrario de lo que sucede en los estados de California, New York, Washington DC e Illinois, entre otros, el nivel de presión impositiva en la Florida es mucho menor.
Empresas de todo tamaño y con la proliferación del home working, trasladaron sus sedes al estado sureño para aprovechar los beneficios tributarios, frente a la voracidad fiscal creciente de aquellos en los que estaban asentadas.
Combinación perfecta: calidad superior de vida individual y alivio fiscal. Cientos de miles de ciudadanos norteamericanos trasladaron su vida, su trabajo y familias al sur de la Florida.
La contracara: es una regla básica del capitalismo: Cuando la demanda de un bien o servicio aumenta bruscamente y en forma desmedida el precio se eleva considerablemente. En el caso de Miami se agregó que los demandantes de inmuebles, educación y demás bienes y servicios, eran en su gran mayoría personas de alta capacidad adquisitiva.
Arrasaron en principio con las casas frente al mar o los canales interiores, para continuar con los edificios de propiedad horizontal frente a la playa. Todo sold out y precios en ascenso.
Los comerciantes de todo tipo de bienes y servicio abusaron de la situación y Miami y las ciudades vecinas más codiciadas,se convirtieron en ciudades caras. Alquileres de viviendas de todo tipo a valores exagerados e incluso numerosos “ridículos”. Restaurantes que aumentaron sus precios a un ritmo de 20% anual. Como ejemplo se puede citar un caso específico bien demostrativo: el precio de una milanesa de carne de un restaurante ubicado en el mall Aventura en Miami Beach pasó de valer 32U$ a 50 dólares en dos años. Todo similar.
Los hoteles de cuatro y cinco estrellas piden valores estrambóticos por sus habitaciones con vista al mar. De 800 a 1.200 dólares las más simples hasta un valor de 2.000 o 2.500 la más sofisticadas.
Perjudicados directos: los habitantes tradicionales del sur de la Florida y los mismos ciudadanos estaoudinenses que elegían las playas sureñas para vacacionar.
Los miamenses o quienes vivían y trabajaban desde tiempo atrás en el paraíso floridiano, comenzaron a emigrar debido al alto costo de alquiler y el aumento desmedido de todo tipo de precios. Imposible de sostener con sus salarios medios.
Los americanos del norte frío y también los canadienses, abandonaron la Florida y la cambiaron por las cálidas playas mexicanas e incluso por el verano europeo. Todo a mitad de precio. Demasiada diferencia.
No sólo impactaron los precios sino también la mala calidad del servicio ofrecido. Empleados desganados, parcos, no eficientes y hasta molestos empeoran el estado de cosas.
Los actores esenciales que ofrecen bienes y servicios en el sur de la Florida deben reflexionar y volver a la normalidad de años anteriores.
Los excesos indebidos han provocado un cambio insólito. Lo que era foco de atracción se ha convertido en foco de expulsión de propios y turistas. Todos pierden; urge revertirlo por su propio bien.