Cuando en 1907 , Enrique Epaminondas Pescarmona funda sus Talleres Metalúrgicos en Mendoza para la fabricación de piezas de repuestos de material de fundición de hierro, equipos para la vitivinicultura y compuertas para los canales de riego y en 1965 se adopta el nombre de IMPSA y comienza, con el impulso de Luis Menotti, hijo de Epaminondas, el diseño y construcción de grandes estructuras de acero y equipos electromecánicos, hasta los 90 en su consolidación de desarrollador de proyectos hidroeléctricos y el inicio de su proyección mundial, ya con la conducción de Enrique Menotti, nieto, ninguno de los tres, ni en sus más oscuros sueños, imaginaban el final de una de las empresas industriales más importantes de la Argentina y con origen inicial en Mendoza y desde allí su proyección internacional.
Cuando el jueves pasado, el gobernador Alfredo Cornejo anunciaba el inicio del proceso de cambio de manos de Impsa, en principio a la estaoudinense ARC Energy que hizo una oferta, un halo de nostalgia envolvió los últimos 50 años bajo la conducción de Enrique.
El principio del fin fue en 2014 cuando la empresa declaró el default con un pasivo próximo a los 1.000 millones de dólares. En 2018 el BID, Banco Interamericano de Desarrollo cabeza de un grupo de acreedores tomó la mayoría del directorio y desplazó al empresario mendocino.
Ese mismo año 2018 fue el peor para Enrique y la empresa. Se convirtió en arrepentido en la causa Cuadernos, admitiendo el pago al ministerio de Julio De Vido de 2,98 millones de dólares en forma y por conceptos indebidos. Paso en falso apartado de la ley.
Enrique con su impronta emprendedora natural y su carácter visceral que lo envolvía, fue preso de su proyección internacional, su incansable espíritu incontenible de avanzada y su confesada y lamentable conducta indebida, impulsada ésta también por el nefasto e imprevisible clima de negocios en la Argentina.
El país no fue amigable para Impsa. En 2010 había ganado la licitación para la construcción de las represas Cóndor Cliff y La Barrancosa. Nunca se inició el proyecto. Con el fallecimiento de Néstor Kirchner se anuló la licitación , se cambiaron los nombres por el de Néstor Kirchner y Jorge Cepernic y emergió un nuevo ganador, la empresa amiga Electroingeniería,con socios chinos. Kirchnerismo puro e Impsa afuera.
El golpe de knock out fue la incursión por Venezuela y Brasil. Hugo Chavez lo liquidó no abonando la deuda por la central Tocoma, En Brasil nunca pudo hacer pie ni competir con las grandes empresas brasileñas, Odebrecht entre ellas, con financiación a tasas preferenciales del Bndes. Demasiado para Impsa, sumado a la escasa participación en la obra pública nacional.
La apretada síntesis del final de Impsa, incluída su desafortunada e indebida participación en la causa Cuadernos, no es la parte más importante de esta nota.
La referencia principal es Enrique, su vocación emprendedora, su mirada y proyección internacional frustradas y su accionar avasallante, anticipatorio, único y con el límite principal de ser argentino y las dificultades para conseguir financiación a tasas similares a las empresas competidoras más grandes del mundo con las que confrontaba.
Fue el primero en señalar el avance de China en el mundo, en soledad y antes que nadie envió dos ingenieros a vivir a ese país. Anticipatorio. Incursionó en los tigres asiáticos, construyendo una planta en Malasia. Convirtió a Impsa en una de las primeras multinacionales argentinas.
Viajero constante e incansable y pasajero de aerolíneas a través del mundo, siempre volvía a su natal Mendoza. Allí construyó los primeros molinos de viento impulsores de energía eólica. No alcanzó.
Anécdota que lo pinta de cuerpo entero: interlocutor, el autor de esta nota. La caída de las tecnológicas arrastró a Impsat, la empresa satelital del grupo. Había desechado una oferta millonaria de compra tiempo antes. “ Perdí cientos de millones de dólares, me dijo, luego de venderla por poco dinero: Ya pasaron 14 días y con la ayuda de Lucy( su esposa) hice el duelo”. “ Terminado; hay que seguir y con más fuerza”
Habá quedado en el camino una fortuna. Ese era Enrique, con sus muchos pro y su indebida contra de la causa Cuadernos, que lo hirió, pero no lo detuvo ni deprimió. Siempre adelante, mientras caía Impsat, alumbraba el proyecto constructivo de molinos para energía eólica.
Capacitó miles de ingenieros y personal de Impsa, para dotarlos de los mejores conocimientos y que estuvieran a la vanguardia en su gestión. Apasionado, muchas veces terminante, generoso en difundir ideas y experiencias, fue uno de los industriales más importamtes del país y gozó y aún perdura el reconocimiento y la admiración de los principales emprendedores mendocinos y muchos nacionales.
Visitante todos los años al foro de Davos, a su vuelta convocaba a los integrantes del CEM, Consejo Empresario Mendocino, del cual fue uno de los fundadores y su primer presidente, para interiorizarlos de lo que se trataba y ocurría en el mundo global. Clase y exposición exclusivas.
Impulsó junto a Alfredo Romano y otro integrante del Consejo un Plan Estratégico para Mendoza. Mendoza 2010. Inédto en el país y llevado adelante con fondos de los miembros del Consejo y el soporte de especialistas del Instituto Tecnológico de Monterrey.
Lo llevaron adelante mendocinos “elegidos” por sus comprovincianos, que los seleccionaron luego de remitirseles miles de cartas a todos los rincones de la provincia, para que los mismos mendocinos decidieran quienes eran los indicados para aportar ideas, experiencias y pensamientos para una Mendoza de los próximos 10 años. Caso único.
Desechado, por sospechas incorrectas y supuestos y erróneas intenciones de poder atribuidas a algún miembro del CEM. Abanderado del rechazo, el entonces gobernador Roberto Iglesias y su círculo más cercano, los integrantes de la denominada Cooperativa radical, provenientes de la Ciudad de Mendoza. “Mula” era el apodo que los mismos radicales le pusieron a Roberto Iglesias. Esfuerzo realizado por cientos de mendocinos desaprovechado insólitamente.
La debacle de Impsa no fue punto final para el impulso de Enrique y para el legado de sus antecesores. La hija Sofía lleva adelante la bodega familiar Lagarde y sus dos restaurantes ubicados en la misma, uno, Zonda, galardonado con una estrella Michelin.
Acompaña desde San Francisco, Lucila quién coloca los vinos en el exterior.
El original e inmenso taller de Epaminóndas fue transformado en una moderna Planta Uno, conservando las inmensas grúas originales y lugar de encuentro reconvertido en sitio de restaurantes, locales de compras, cafés y bares.
Enrique no abandonó sus negocios de prestación de recolección de residuos en Colombia y junto a su hijo Lucas incursiona en Italia, en proyectos constructivos mitigadores de la invasión del agua. No cesa ni descansa, aunque el transcurso del tiempo pasa factura.
Pueda que IMPSA renazca con nuevos propietarios, siga siendo fuente de trabajo y agregado de valor para Mendoza. La tradición de Epaminóndas, Luis Menotti y Enrique, que la hicieron la empresa más importante de Mendoza y también del país, no debe terminar con el doloroso final que comenzó hace 10 años.