El Congreso Nacional y varias de las Legislaturas provinciales, en los últimos años han ofrecido situaciones y espectáculos de baja institucionalidad.
El Senado de la Nación ayer actuó con celeridad ante el grave affaire protagonizado por el actual ex senador por Entre Ríos, Edgardo Kueider, en la frontera con Paraguay. Fue un delito en flagrancia y Kueider está detenido.
La actuación del Senado tuvo cambios políticos sobre la marcha, estilo saltimbanqui y dejó cuestiones para reflexionar.
1) La hipocresía kirchnerista en su máxima expresión: los “extremistas” del silencio y la inacción cuando se trata de los delincuentes propios, en esta ocasión lucieron superveloces y moralistas con una doble intención.
Despegarse del origen de kirchnerista del ex senador para tratar de dejarlo pegado al oficialista LLA en su raí de delictivo. Y esencialmente para sumar en su reemplazo a una camporista obediente a raja tablas. Más cerca del quórum propio, y fácil de obtener con los senadores K encubiertos o vergonzantes.
Mayans, Parrilli, Di Tulio y Fernández Sagasti, entre otros se rasgaban las vestiduras vociferando moralidad.
Habían estado ausentes y silentes en los numerosos casos de corrupción o delitos sexuales, cuando apañaron a José Alperovich otorgándole numerosas prórrogas de licencia o cuando se negaron a los numerosos pedidos de desafuero a Cristina.
Abundan los ejemplos, pero se destaca su negativa a tratar la ley de ficha limpia. Demasiado que ocultar y encubrir. Obviamente la suspensión del lacayo Oscar Parrilli no debía tratarse.
2) El oficialismo vacilante: su pretensión era la suspensión y no la expulsión. Sin conseguir acuerdo porque la solicitud de desafuero y pedido de detención de Kueider por parte de la jueza Sandra Arroyo Salgado, fue un golpe de knock out imposible de soslayar, terminó votando la expulsió, en palabras vacilantes del presidente del escaso bloque.
3) El Pro cambiante y no cohesionado: sobre la marcha envió un comunicado proponiendo suspensión y desafuero, pero en su interior había disensos. Luis Juez era tajante por la expulsión, De Angelis propiciaba suspensión. Finalmente la mayoría se inclinó por expulsarlo del cuerpo.
4) MAXIMILIANO ABAD Y UNA POSTURA PARA REFLEXIONAR: su voto y la argumentación motivan a la reflexión. Kueider claramente en principio aparece como un delincuente. De ello no aparecen dudas.
Para Abad “el Senado se convirtió en juez en el caso Kueider”. “Para hacerlo de manera correcta deberían haberse seguido los pasos de un tribunal. Recopilar las pruebas, documentarlas, evaluarlas y luego dictaminar”. Adicionalmente, Kueider no fue escuchado.
Suspenderlo y desaforarlo tenía los mismos efectos de la expulsión porque lo dejaba sin voz, voto y sueldo y despejaba el accionar de la jueza Salgado, que podía solicitar la extradición.
Abad afirmó que “el Senado jugó para la tribuna”, porque con su postura también se daba una respuesta rápida a la sociedad. Obviamente que el Senado no forma parte de la Justicia, pero tiene facultades para sancionar a sus miembros. Hubiera sido mejor escuchar a Kueider.
La posición de Abad tenía también una clara intencionalidad política; privar de una banca al kirchnerismo.
No fue descabellado lo propuesto en soledad por Abad. Las consecuencias prácticas eran idénticas a la expulsión y permitía cumplir con formalidades necesarias,también necesarias para aferrarse a la institucionalidad, tan manoseada en el país.Para reflexionar.
El resto fue un aquelarre de habituales encubridores de delincuentes propios rasgándose las vestiduras, ya raídas por sus trapisondas y las idas y vueltas de libertarios y algunos miembros del Pro. El encubierto K Lousteau y su habitual socia Tagliaferri previsibles y en línea.