La renovación de la presidencia de La Suprema Corte siempre es de interés judicial y político. En Mendoza hace años, por su composición, la búsqueda de consenso entre los jueces supremos no es sencilla.
En esta oportunidad están en juego dos posibilidades, no tan complejas, pero que dados los recelos de tiempo atrás, las desconfianzas cruzadas y los intrincados pliegos del poder interno, dificultan y demoran la designación del Presidente.
Las opciones son dos:
1) La que plantea el apartamiento de Dalmiro Garay de la presidencia y su reemplazo por José Valerio. Está llevada adelante por los miembros “peronistas” del tribunal y fundado en lo que consideran un alineamiento político de Garay con el gobierno radical. Lo advierten inconveniente y que resta independencia y afecta el prestigio del supremo tribunal.
En esta instancia, con la reelección de Alfredo Cornejo y el hecho que en su momento Dalmiro fuera ministro del primer gobierno de Cornejo, éste vínculo y adhesión se verían incrementados, afirman.
2) en el trafago o ajetreo de las negociaciones internas, la mano del actual presidente movió sus fichas. Ofreció a dos de los integrantes de la “pata peronista”, Mario Adaro y Omar Palermo integrarse a la Sala Administrativa de la Corte.
Ésta Sala maneja el presupuesto del Poder Judicial y las cuestiones de su funcionamiento habitual. Es una Sala de decisiones sobre el Poder que contiene en última instancia los conflictos de la sociedad que nos engloba.
La decisión no puede demorar. Hay dudas en la “pata peronista”. Se develará próximamente.
Post data: importante dato sobre el gobierno nacional que involucra a un relevante político mendocino. Resistencia explícita de altísimo funcionario provincial. Declaraciones públicas fuertes de alguién acostumbrada también a explosiones tuiteras.
Fuerte Juego de Tronos. Resolviéndose.