Es una costumbre extendida fundamentalmente en las ciudades del hemisferio Norte. En las cercanías de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, las alcaldías engalanan las calles y lugares emblemáticos con iluminación y figuras alusivas, que dan tono, espectacularidad y ambiente a los tiempos que se viven.
Normalmente los adornos duran hasta el 6 de enero. Luego del paso de los Reyes Magos, el paisaje urbano recupera la normalidad habitual, que aguardará un año para volver a transformarse.
En este caso nos referimos a la pequeña ciudad de Bal Harbour, de una longitud de 1,3Km de extensión, que año a año es la que mejor transforma su fisonomía en todo el sur de la Florida.
El espacio público es totalmente ornamentado y los numerosos edificios que bordean la costa se esmeran en engalanarse para acompañar el entorno ciudadano en su totalidad.
El conjunto de iluminación y figuras especiales, más un gran árbol de Navidad que ofrece la ciudad y las variadas opciones en las que se esfuerzan por producir todos los grandes edificios de departamentos, montan un espectáculo agradable, atractivo, bello de apreciar, que acompaña casi por un mes a todos los residentes y ciudadanos que atraviesan Bal Harbour.
Un encanto en medio del devenir diario laborioso y en algunas ocasiones un remanso para las dificultades habituales que nos depara la vida.