La naturaleza con su fiereza dejó en clara evidencia el dolor y los males extremos en que desde hace más de 90 años transitamos, a duras penas y con los padecimientos conocidos, los argentinos.
Alternamos, desde la instalación y apología de un Estado inmenso, paralizante, entrometido torpemente en cada aspecto de la vida ciudadana, cada vez más invasivo y expoliador, con orfandad de servicios alarmantes, hasta el extremo actual de denostarlo y minimizarlo hasta su casi inexistencia, desde la arenga y el punto de vista anarco libertario.
Leviatán o la nada. Dos extremos errados e inconvenientes.
Los fenómenos naturales o el simple sentido común nos ponen rápidamente ante la realidad cierta y equilibrada, pero al costo de un dolor inmenso. Por el tiempo transcurrido pareciera ser que los argentinos, con obstinación, torpeza, desconocimiento o negligencia, nos negamos a reconocer lo obvio y nos embelesamos en reiterar errores extremistas, preferentemente hacia el sentido del monstruo todo lo puede.
El feroz meteoro que azoto por dos días el noreste de la provincia de Buenos Aires y CABA, extendiéndose a parte del litoral nacional, dejó al descubierto los años y años en que sucesivos gobiernos han dejado a la intemperie a millones de compatriotas, mientras engordaban una burocracia inmensa, inoperante y alejada de las verdaderas necesidades colectivas.
Eso sí, siempre vociferando sobre el pueblo, al que en relato mendaz, repetían, sin pruritos ni verguenza alguna, representar, servir y hasta defender. ¿Defender de quien; seguro, no de ellos mismos?
Este regocijo en el daño maligno e inconcebible, instalando y engrosando un Leviatán inmenso y creciente, aceptado mansamente por argentinos desprevenidos, desatendidos, algunos ignorantes manipulados y también aprovechado por demasiados , en la otra cara nos muestra desde hace dos años el relato anárquico de la necesidad de desmantelar prácticamente al Estado, actor principal y culpable de nuestros males continuos.
Es necesario señalar que es cierto y correcto que el Estado puedelotodo en que fuimos inmersos, por muchos intencionadamente y por una minoría de incapaces o ingenuos, debe ser desmantelado y dejado de lado, pero no al costo de la deserción de un Estado útil.
Las imágenes de millones de bonaerenses indefensos frente a la tormenta devastadora e implacable eran la cara cierta y visible de la ausencia del promocionado Estado grande, fuerte, presente, para todas , todos y todes, enrostrado sin tapujos e intencionádamente, por crápulas, que durante años han ignorado y manipulado a argentinos, hasta someterlos a la ignonimia del presente. Estado inútil presente.
Es cierto que ante la magnitud de la naturaleza no hay fuerza ni voluntad humana que pueda superarla. Lo que si es posible, con voluntad, inteligencia, planificación y prevención correctas, limitar los daños y el dolor que su accionar produce.
Si quienes durante años vociferaban impúdicamente servir al pueblo, mientras mayoritariamente se servían a si mismo, hubieran puesto trabajo y recursos en obras preventivas, reguladoras y encauzadoras frente a lluvias o tormentas extremas, el daño sufrido por cientos de miles de personas, viviendas, animales, campos sembrados y pueblos o ciudades enteras, hubiera sido muchísimo menos gravoso.
La contracara actual con voluntad de sesgo anárquico tampoco es saludable ni valedera.
La obviedad salta espontáneamente a la luz. Es necesario un Estado útil. Simplemente que sirva a los ciudadanos, aquellos que lo sostienen con sus impuestos y aquellos imposibilitados o desamparados.
Un Estado útil ,equilibrado en número de agentes, que asegure vida tranquila y segura previniendo y limitando el delito, eduque proporcionando instrumentos que posibiliten con voluntad y trabajo dignidad futura. Con inversión racional y planificada permita desarrollar atención sanitaria y trabajo, tanto en las zonas urbanas como en las rurales, es un camino necesario y sensato a transitar.
Con ciudadanos que tributen impuestos lógicos que posibiliten la presencia de este Estado útil, que sirve y no oprime a quienes lo posibilitan.
El lamentable y tristísimo panorama que la comunicación moderna nos ofreció en vivo los dos últimos días, era la dura realidad que el desatino de tanto tiempo nos enrostraba sin ningún filtro.
Es tiempo que por simple racionalidad, lógica y en defensa propia, la ciudadanía se aleje de falsedades y cantos de sirena de unos y otros. Es simple sentido común. Ni tanto inservible e inútil, ni nada ni tan poco.
Sólo un Estado Útil al servicio de los argentinos, administrado por políticos probos y capaces que realizan una tarea de las más dignas; sirven al pueblo, se valoran a si mismo y honran su labor de servidores.
Comencemos a transitar el camino. Ha transcurrido demasiado tiempo y mucho sufrimiento.