Argentina es en fútbol bicampeón de América y campeón del mundo. Sus futbolistas son dotados y muchos de ellos parten cada vez más jovenes al fútbol europeo. El fútbol es una pasión y llena la vida de millones de compatriotas, llenándolos de alegrías y tristezas.
no sólo se limita a lo deportivo la adhesión y el fervor, se traslada a conductas delictuales y violencia por parte de delincuentes barras bravas, que lucran con negocios circundantes, en muchas ocasiones con la complicidad o pasividad de algunos dirigentes. El lado oscuro de un suceso inmensamente mayoritario.
En el país, el torneo de la Liga profesional y el de primera Nacional, los campeonatos más importantes, son muy disputados e intensos, pero los jugadores han adoptado unas características y un tipo de juego que conspiran contra el espectáculo y la belleza del deporte más popular. No pareciera ser cuna de los campeones continentales y del mundo.
Son muchos de ellos actores principales privilegiados del sentimiento masivo. Deben cuidar ese sitio de preferencia y bregar por mantenerlo y mejorarlo. A luces de lo ofrecido la mayoría de players no transiten el camino correcto.
A esta conducta la hemos denominado manual de los jugadores argentinos, que a continuación exponemos.
1) Jugadores que protestan continuamente y en numerosas ocasiones airadamente e incluso atropellando al árbitro. Este año la AFA, tratando de evitar esta irregularidad continua y en aumento, dispuso que sólo el capitán podía dialogar con el referí y en forma calma y respetuosa.
Fue en vano. Acorde con la idiosincrasia nacional de no respetar leyes, reglamentos ni disposiciones, este campeonato los futbolistas han incrementado su actitud de queja y protesta. Lo hacen en forma airada y también en grupo.
Constantemente cuestionan casi todo, minando la autoridad refería y conspirando contra el normal desarrollo del partido. Todo fallo puesto en duda y sospecha. Por momentos la situación se asemeja a un acalorado debate público descontrolado.
Podrían todos tomar ejemplo del comportamiento de los participantes del rugby de elite. Nadie habla, no ponen en duda las decisiones arbitrales; cuando reciben tarjeta amarilla, que los aparta por 10 minutos, acatan sin hesitar lo dispuesto por el referí y sólo el capitán habla para realizar una consulta. Todo como corresponde.
Tampoco colaboran algunos entrenadores en ordenar y evitar los reproches y protestas continuas y destempladas. Gustavo Costas y Guillermo Barros Schelotto de los más cuestionadores y protestones.
2) Simulación y exageración en las faltas: es cierto que los torneos nacionales son muy disputados, friccionados y vehementes. Ello no habilita la exageración permanente por todo tipo de faltas.
Ante toda infracción, aún no violenta, los futbolistas caen al suelo, se revuelcan e incluso gritan dolor, en forma cuasi teatral y simulan ser alcanzados por algo semejante a un rayo destrozador. . Luego de la atención médica e incluso sin ella, continuan en el partido con absoluta normalidad. Resultan ser malos actores que agregan tensión indebidamente.
Simulación y puesta en escena abundante y exagerada que habilita la duda permanente.¿ Fue una falta violenta o una actuación teatral al más mínimo contacto? Se puede afirmar lo segundo.
3) Faltas y agarrones dentro del área no sancionadas: en oportunidades de córner o tiros libres cercanos al área, los empujones y los agarrones están a la orden del día. Parece cuestión normal.
Los árbitros hablan continuamente previniendo y demorando el juego, pero escasamente sancionan las infracciones de este tipo. El match se hace lento y las infracciones de este tipo aumentan, con impunidad mayoritaria. Empiezan a aparecer tímidamente las sanciones a estas faltas burdas y tan evidentes. Bienvenidas, se debe acabar con las vivezas dentro del área.
5) Preferencia por un juego friccionado, trabado, en desmedro de la velocidad y un mejor desarrollo:
El partido no fluye ni es dinámico. Triunfan las trabas, los roces, las infracciones y todo tipo de acciones que bloquean la estética, velocidad y armonía del encuentro. Esto lleva a que el tiempo neto jugado en el país sea el de los menores, en el mundo global apasionado por el fútbol.
También el alto grado de vehemencia pone en riesgo el cuerpo de los protagonistas. Cada jugador debe ser consciente que compiten con colegas adversarios y no con enemigos. Deben preservarlos y autopreservarse, practicando juego leal, sin complejos pero dentro de las reglas.
Basta con observar los partidos de la Premier de Inglaterra o los de Alemania, Francia y España. El juego fluye con velocidad y pericia técnica, con pocas infracciones y sin vehemencia ni detenciones constantes. Resultan, cualquiera sean partidos atractivos, emocionantes y a estadios completos.
6) Arqueros que se tiran al piso cuando no corresponde: hace algún tiempo se ha convertido en una modalidad incorrecta y especulativa. Cuando el equipo va ganando y los arqueros reciben balones fáciles y sin ningún peligro, sin motivación alguna se tiran al piso para hacer correr el reloj y con ello ganar tiempo. Luce grotesco y especulativo por demás.
También la simulación de lesiones está a la orden del día. Cuando el juego es adverso y el equipo rival ataca y domina el juego, es imperativo enfriar el partido. Al piso sin motivo. Viveza nac and pop.
7) Gestos provocativos hacia rivales e hinchada contraria y empellones y bravatas en demasía:
Sobre todo cuando se va ganando aparecen bravatas innecesarias con destinatarios directos; algún rival en particular y los simpatizantes contrarios. Se suman empellones y agarres con temperamento excesivo.
Hay que ser medidos durante el desarrollo del partido. Sobretodo en momentos de triunfo. Tampoco la derrota es el fin del mundo ni debe conllevar a magnificarla hasta llegar a reacciones temperamentales. Equilibrio en triunfos y derrotas. En definitiva es un espectáculo oneroso para la aficción y de provecho para los participantes del partido.
8) Declaraciones de manual y “corrección verbal insulsa”. En reportajes en general o apenas finalizado el encuentro, frente a los micrófonos las respuestas son casi calcadas. Si ha habido triunfo y una actuación destacada, “ todo se debe al equipo y los compañeros”. Es en parte verdad y correcto en un juego colectivo, pero no está mal reconocer un buen desempeño personal, sin vanagloriarse. Lo bueno es destacable.
En la derrota lo clásico es “Hay que seguir trabajando”, con escasas reflexiones autocríticas y poniendo el foco donde debe ser. Sobran las excusas: el árbitro, el campo de juego, la violencia contraria, el VAR parcial.
Sin mirada introspectiva y análisis sincero.
La autocrítica liviana y breve invade a todos los actores del fútbol. Ejemplo claro fueron las escasas y breves respuestas que brindaron Marcelo Gallardo y Miguel Ángel Russo luego del fracaso de River y Boca en el mundial de clubes. Poco, muy poco, el circo debe seguir con sus funciones. La ropa sucia se lava en casa sin importar la pasión y el fervor de millones de simpatizantes.
La AFA y los dirigentes no ayudan. Los torneos superiores tiene ilógica y excesiva cantidad de equipos, el de la Liga Profesional o son “eternos y con viajes muy largos¨ el de primera Nacional. A ello se le agregan las “sospechas de favoritismo” apuntando a ciertos equipos; Barracas Central y Deportivo Riestra son los señalados.
Árbitros dudosos y VAR en ocasiones poco claro, complementan el aspecto oscuro del fútbol. El comité de disciplina está también en la mira. Aparece normalmente condescendiente ante faltas o conductas que ameritaban sanciones con carácter ejemplificador.
El fútbol es pasión, diversión, entretenimiento y parte de la vida de muchos argentinos. Los jugadores, entrenadores y dirigentes deben estar a la altura de ello e incluso honrar el fervor y amor popular e incluso justificar la remuneración privilegiada que perciben muchos de los futbolistas y entrenadores, en medio de una situación social y económica no próspera para la mayoría de los fanáticos.
Deben estar a la altura y dejar de lado todo lo que envilece y disminuye la gran importancia que la mayoría de los ciudadanos le otorga al más popular de los deportes.