Como los mejores y más grandes, el Victor no murió. Tampoco Diego, ni Franz, ni Distéfano ni Amadeo. Si bien partieron de la vida terrenal quedan en la memoria colectiva por los momentos de placer, emociones y sorpresas que hicieron vivir.
Dueños de un talento, magia, habilidad y toques de desparpajo únicos, que superaron cualquier amor por el club que fuera. Amados por propios y extraños regalaron la belleza y habilidad de su juego en todos los campos de juego por los que transitaron.
Mi padre, desde muy pequeño, tres años, hizo que los sábados y domingos el programa, fuera ir a ver al Victor y a Gimnasia, el viejo lobo del parque.
Desde esa época nació la admiración y subyugación por esa zurda mágica que semana a semana nos deleitaba con sus exquisiteces futboleras. Siempre con sus compadres Infaltables el “Panza” Videla, el “Polaco” Torres, el Bolita Sosa, el “Documento”Ibañez, el “Cachorro” Aceituno. La orquesta era integrada por más músicos que permitían que la sinfonía sonara perfecta, pero los compadres, eran los compadres.
Víctor era demasiado mendocino, como las acequias y el parque General San Martín. No se despegó del terruño, pese a que su fama y reconocimiento fue general. Podría haber jugado en cualquier equipo importante del país e incluso extranjero. Su mendocinidad lo ató con exclusividad al Lobo del parque y a las siestas cuyanas.
De físico esmirriado, de condiciones técnicas y habilidades únicas, pese a no ser un estoico del entrenamiento, era una fiesta para los ojos verlo cada partido. Gambeta de los mejores, control del balón con el guante izquierdo con el que jugaba y precisión milimétrica en los pases.
Los adversarios solían zamarrearlo, ante tanta habilidad y algunos desaires a los que los sometía con sus exquisiteces. No se quejaba, no permanecía en el suelo y rara vez quedó lesionado. Su vida era el juego y su destino provocar placer y encanto.
Los tiros libres cercanos al arco contrario pagaban “dos pesos”. Sutileza para pegarle igual a Diego o Lionel. De los penales ni hablar.
En la época de los Nacionales, el Lobo estuvo a la altura y Mendoza entera acompañó a ese equipo provinciano que pudo con los grandes del fútbol nacional. Jugaban bien los “pitucos” y los 33 eran miles. El director de orquesta fue el Victor; estaba a sus anchas. Repartiendo su calidad por todo el país.
Los recuerdos de esos torneos quedaron grabados a fuego. Con un grupo de amigos, hinchas de diversos clubes, seguimos al Lobo por todas las canchas donde fuere por el país. Jugábamos rugby y los sábados, luego del partido y el tercer tiempo, 4 o 5 amigos, según la ocasión, partíamos a Bs As, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Tucumán siguiendo al Víctor y sus compañeros. El viaje era nocturno y llegabamos horas antes del partido.Programa excelso.
De las tantas,una anécdota única: La cita era con San Lorenzo, en el viejo Gasómetro de Boedo. En la popular y calladitos,entremezclados con los fanas del Ciclón, presenciamos el partido. La parada era bravísima. La banda brindó un espectáculo para no olvidar. Cinco a dos(5 a 2) ganó el lobo de visitante.
A los 25 minutos del segundo tiempo aproximadamente y con el score 4 a 1, se lesiona un jugador enfrente de la popu. Una lluvia de naranjas y mandarinas cayeron sobre los jugadores blanquinegros, apuntando a Legro con preferencia. Los estaba volviendo locos y para colmo era paliza el resultado.
El Víctor, genio y figura, agarró una mandarina y comenzó a hacer payanitas como si fuera la pelota conque se disputaba el partido. La tuvo sin tocar el piso más de un minuto. Los buenos muchachos de la “perrada sanlorencista” se treparon al alambrado queriéndolo comer. Ya no llovieron naranjas y mandarinas. Tiraban con todo lo que encontraban o rompían.
El árbitro se acercó a Víctor , lo corrió y le habló gesticulando en forma airada. De vuelta en Mendoza, a los días le pregunté que le había dicho. ”Estás loco. Nos van a matar a todos. Una más que hagas, te expulso. Con el baile que les están dando vos te divertís en sus caras. Estás loco”. Se reía Victor cuando me contaba. Sólo una de miles, fiel a su estilo.
La noticia dice: “Murió Víctor Legrotaglie”: Es para las portadas y los noticieros. El Víctor de las canchas de fútbol es inmortal. Como los elegidos.