No consideramos excesiva la calificación de tragedia a la situación por la que atraviesa nuestra Patria.Son tantas las desventuras, las carencias, la negatividad que inunda la vida diaria, que en numerosas oportunidades parece que no es real lo que sucede. Sucede y es trágico.
Hay un punto que agrava lo antedicho y que dificulta una salida lógica lo antes posible. La crisis sostenida y agravada se ha estabilizado y hasta aparece como algo que llegó y se profundiza como un sino inevitable y permanente.
La tragedia se visibiliza en la pobreza del 40%, una inflación galopante de alrededor del 130% anual, en un avance incontrolable del narco que destruye vidas jóvenes y familias enteras. Por una inseguridad creciente que convierte el día a día en un infierno viviente y por la falta de trabajo en blanco y justamente remunerado.
Niños que no saben leer ni escribir y alumnos que terminan la escuela sin comprender lo que leen. Tragedia educativa que anula futuro.
Si nos enfermamos, en muchas oportunidades es más peligroso la carencia en la prestación de la salud que la enfermedad que nos acecha. Tragedia sanitaria.
La vida vale una mochila, un celular, un auto desvencijado, una cartera de una dama.Tragedia en la seguridad.
No debe ser así. Como argentinos de bien y conscientes del desastre, debemos rebelarnos y concurrir a votar convencidos, seguros y demandantes que el poder delegado es para comenzar la reconstrucción necesaria y debida. Y que cada uno de nosotros no se va a desentender del control y mandato otorgado. El poder reside en cada ciudadano y ante lo que vivimos, en este caso no puede ser resignado, ni el voto ni la demanda y el control.
Puede ser la última oportunidad para que la tragedia no se establezca como permanente.
Aunque nos incomode, moleste y nos desentendamos para evitar lo inevitable; debemos asumir nuestra propia responsabilidad, para torcer de una vez por todas la degradación continua y el involucramiento debe ser sostenido, meditado y convencido.
Asombra, duele y preocupa escuchar o leer lo que piensan o expresan muchos ciudadanos en los medios que receptan las opiniones ciudadanas. Vamos a rescatar una por lo singular y preocupante. Un oyente a 48 horas del acto electoral expresó:” Tengo dudas entre votar a Sergio Tomás y la Pato”. Ciento ochenta(180) grados de distancia los diferencia. Agua y aceite. Inviable. Puede ser motivo de la indiferencia o la ignorancia en ocuparse de un tema de tanta relevancia.
Por otra parte, en numerosas oportunidades, lectores y oyentes, se expresan con ironía, desprecio, falta de conocimiento, despreocupación y hasta soberbia, cuando se refieren a candidatos o las agrupaciones políticas que nos representaran. Es nuestra responsabilidad en la tragedia que atravesamos. No somos ajenos. Se trata de nuestras vidas, de la de nuestros hijos, de nuestro destino.
Reflexión necesaria: un candidato viene repitiendo con frecuencia la siguiente frase:”nos quieren hacer creer que somos un país de mierda”. Y afirma que no lo somos y que hay que votar en defensa propia y de la Patria.
Autocrítica: una parte de nosotros si somos constructores de un país de mierda. No la mayoría, pero sí demasiados. Al desentendernos y no ocuparnos responsablemente, apuntamos a un país de mierda.
Lo más importante: lamentablemente, la mayoría de los dirigentes que han asumido la gestión pública,sí son dirigentes de mierda. Se repite: una gran mayoría. No queda excluído el pronunciador de la frase. Integrante destacado, figura en el cuadro de honor.
Esto tenemos la obligación de revertir. Nuestra propia desidia, desinterés e ignorancia para actuar como ¨ciudadanos de mierda” y lo más importante; para no elegir”dirigentes de mierda” y demandarles, controlarlos y exigirles sirvan al bien común.
Es posible que si no actuamos con presencia responsable en el cuarto oscuro la tragedia prolongada se establezca y normalize. Atentos y conscientes del momento. De nosotros depende.